Por: Isa Miranda
En efecto, son el trabajo, el coraje y la perseverancia, lo que nos permiten alcanzar grandes metas en la vida -pero es el amor de madre-, la fuerza y la energía que impulsa a una mujer a sacrificar sus propios sueños, por el bienestar de su familia.
Así lo demuestran las historias de muchas mujeres como Matti Galaz-Jemmott, quien emigró sola a Estados Unidos cuanto apenas tenía 19 años y era madre soltera: trabajó de manera incansable y sacrificó muchos de sus sueños personales, por darle a su hija y a toda su familia, la oportunidad de una vida mejor.
Matti nació en Bacadehuachi, Sonora y la llevaron a vivir a Agua Prieta cuando tenía apenas tres años de edad. En 1984, a sus 19 años, siendo madre soltera, emprendió el viaje a Estados Unidos, la tierra del “gran sueño americano”, y dejó a su bebé de tres meses al cuidado de sus padres. Cinco años más después pudo volver a reunirse con ella, para siempre.
“Ya no pude regresar a mi trabajo normal, ni a la escuela, era muy difícil con una niña, así que dejé a mi hija con mis abuelos y padres y vine a los Estados Unidos con el propósito de trabajar. Yo quería algo más. Fui a la escuela de cosmetología, trabajé en varios salones –incluso, en uno de los mejores de Tucson-, pero quería más, así que a mis 34 años abrí mi propio salón”, recordó Matti Galaz.
Durante la entrevista para SUN Magazine, Matti confesó lo difícil que ha sido consolidar una vida próspera en un lugar que en un principio le era ajeno, pero que con el paso del tiempo, se convirtió en su hogar y en la de su familia entera.
“Tuve muchos sueños frustrados, mis amistades cambiaron… pero nunca me rendí. Me traje a toda mi familia a Tucson: a mi padre, que en paz descanse; a mi mamá, con quien me llevo de maravilla actualmente; y a todas mis hermanas las ayudé a que obtuvieran su green card. Dejé muchas cosas a un lado, de manera especial, el estar con mi hija y estudiar arquitectura. Fue como un sacrificio que hice para que ellos también se pudieran venir a Estados Unidos”, recuerda.
Después de cuatro años de trabajar sola, de manera incansable y en un país extraño, Matti Galaz logró reunirse de nuevo con sus abuelos en 1997 y al año siguiente, con su pequeña hija, en Tucson. Pero tenía un objetivo más grande, así que arregló papeles y pospuso sueños para traer también a su hermana Martha Luz; más tarde haría mismo con la mayor, Silvia; y a base de argumentos y razones, logró convencer a su papá, don Juan Luis Galaz (e.p.d) para seguir sus pasos y cambiar de residencia.
En 1989 lograron algo extraordinario para la familia: Matti, Martha Luz, Silvia y su papá compraron una casa para recibir a su madre Doña Catalina E. de Galaz y a sus tres hermanas menores: Nilda, Catalina y Elva, quienes tuvieron que esperar seis meses para dar el salto a su nueva vida en Tucson y de esta manera, cumplir el sueño de tener de nuevo a su familia unida: Matti, sus abuelos, sus padres, su hija Luz Judith y sus cinco hermanas.
“QUIERO ALGO MÁS”
Cada vez que lograba cumplir un sueño se decía a sí misma: “Yo quiero algo más. Tienes que luchar y nunca vencerte”. Y es así como como dejó las tijeras, vendió su primer salón y comienzó un ministerio.
“Hice varios cambios de residencia y regresé a Tucson. Quise otras cosas para mi vida, así que empecé a ir a estudios bíblicos. Hace como tres años entré a la Escuela de la Biblia donde mi esposo Craig Jemmott y yo, nos hicimos pastores y mi vida dio un vuelco de 360 grados, mis deseos y mi visión fueron otros”, expresó con júbilo.
Y es que el ayudar al prójimo a través de la palabra se convirtió en una actividad que le impregnó nuevos sueños y retos: “estuve en un grupo en el que me dediqué a ayudar a personas como yo que tuvieron frustraciones, e impulsé a mujeres a salir adelante para que supieran que la vida tiene un propósito y que Dios siempre está con nosotros”.
Se necesita fe y enfoque de que siempre Dios estará ayudándonos, aseguró Matti, “él nos da las fuerzas para salir adelante y el enfoque de qué es lo que vas a querer. Nunca se den por vencidos, en este mundo hay mucha depresión; esa etiqueta sólo te limita ¡enfócate en ti!”.
ENSEÑANZA FAMILIAR
Como madre y abuela, Matti Galaz enseña todos los días a sus hijos, Luz Judith, Enrique y Paulina a que sean independientes; ella misma continúa trabajando dos días a la semana en el salón de belleza y mientras toma un año sabático del ministerio, se dedica cuidar y a depositar la semilla de amor en sus nietos: Jazielle de 11 años, Kyrie de cuatro, Kolbie de casi tres años y Enrique, el pequeñito de 11 meses.
Vivir en una ciudad como Tucson les ha abierto el camino a la familia Galaz para tener una residencia digna y sin ninguna limitante de raza, costumbre, tradición o posición social, para realizar sus metas y salir adelante. La visión positiva de la vida, es determinante, destaca nuestra entrevistada.
“Seguiré impulsando las charlas motivacionales para que cada vez más personas, especialmente mujeres y madres de familia, no se limiten en el deseo de consolidar sus metas profesionales y personales”, destacó Matti Galaz, al finalizar esta entrevista.
Celebración del día de las madres
¿Cómo celebran en la familia de Matti? La también coach de vida narra que la conmemoración se realiza entre flores, comida típica mexicana -cocinada por ellas mismas-, como carne asada, ensalada, frijoles, guacamole, carne con papas y aceitunas, sin faltar las recetas de la abuela: frijoles refritos y ensalada de coditos. Y del menú americano, en casa de los Galaz-Jemott, no pueden faltar las clásicas hamburguesas y el salmón.
Además, para amenizar la fiesta del día de las madres se programa música tropical guapachosa y alegre; pero también, y de manera muy especial, se pone música de dos grandes íconos de la música mexicana: Pedro Infante y Jorge Negrete, cantantes favoritos de su señor padre Juan Luis Galaz (e.p.d), a quien recuerdan con mucho amor y agradecimiento.